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Intenta resolver el siguiente juego vestido con ropa sport o informal:
Un tablero poblado por botones blancos y grises y rotulados con dígitos. Al pulsar un botón, este cambia de color. Pero también lo hacen los que están inmediatamente encima, debajo, a la derecha y a la izquierda. El reto es conseguir que todos los botones se vuelvan blancos pulsando 6 botones con dígitos IMPARES.
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Y ahora intenta resolver este otro tablero. Pero vestido de traje (o en su defecto de americana y corbata) o traje de chaqueta o vestido y tacones:
Ahora el reto es conseguir que todos los botones se vuelvan blancos pulsando 6 botones con dígitos PARES.
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¿Has apreciado alguna diferencia a la hora de resolver el primero y el segundo? ¿Cuál te ha resultado más fácil?
Te mereces una explicación:
El objetivo de este experimenten es confirmar –o poner en solfa- un sorprendente fenómeno denominado ‘enclothed cognition’. O cómo la ropa que vestimos puede llegar a modificar -y mejorar, afinar, optimizar, orientar,… o como quiera expresarse- nuestra capacidad cognitiva. Y, más en concreto, los resultados alcanzados por un estudio efectuado en 2015 y que venía a demostrar que vestir atuendo formal –el traje y corbata asociado a los empresarios y hombres de negocios- aumentaba la capacidad de negociación de los voluntarios, así como su capacidad de planificar estrategias a largo plazo. Algo que los responsables de la investigación vinculaban con la sensación de poder y seguridad que conferimos al traje, y que, por tanto, vestirlo aportaba esa misma sensación a los voluntarios del experimento.
La ‘enclothed cognition’ fue documentada por vez primera a raíz de un estudio efectuado en 2012 por investigadores de la Northwestern University. En el mismo, los responsables realizaron una serie de experimentos con los que comprobaron que los resultados obtenidos en un test de capacidad de atención y concentración alcanzados por un grupo de voluntarios mejoraban de forma significativa cuando los realizaban vestidos con una bata blanca de médico. Una mejoría que, sin embargo, no experimentaba otro grupo de voluntarios cuando vestían una bata blanca idéntica pero presentada en este caso como ‘de pintor’. Ni tampoco un tercer grupo de estudios que efectuó la prueba con la misma bata de médico a la vista. Unos resultados que según los investigadores se justifica a través de un doble efecto. La experiencia física de vestir la prenda, en este caso la bata de médico. Y el significado simbólico que se le concede. Es decir, a los valores, atributos y capacidades que se les suele asignar a quienes la visten habitualmente, en este caso, los médicos. A los que se ve como personas con una elevada capacidad de atención, necesaria para identificar una dolencia concreta a partir de unos síntomas, en muchas ocasiones bastante vagos o genéricos.
Es momento de experimentar(lo) de nuevo. Pero ahora vamos a adaptar el estudio original a nuestra cotidianidad, a nuestro día a día (al menos al de bastante de nosotros). Porque si la bata de médico se asocia a una elevada capacidad de atención, todo lo contrario pasa con el pijama, una prenda que vinculamos al relax, la desconexión, el, “por fin en casa” y a “apoltronarse en el sofá a ver un rato la caja tonta” -¿o acaso no es así?-, y, por consiguiente, a una menor capacidad de atención y concentración.
Pero al mismo tiempo, cada vez es más la gente que trabaja desde su casa y empresas que aplican el teletrabajo. Y surge la duda o el debate de cómo conviene vestirse para realizar el desempeño profesional en las condiciones óptimas.
Encuentra las cinco diferencias existentes entre estas sopas de letras y sus respectivos reflejos. En un caso vestido de pijama y en el otro con la ropa con la que habitualmente acudes al trabajo (o a reuniones del mismo, o a la universidad,…). Y en el otro con tu pijama favorito.
Juego 1
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Juego 2
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Nota: si se ha optado por este formato visualmente tan poco atractivo es, precisamente, para resultar lo más fiel posible al aspecto y atractivo que presentan la mayoría (o para la mayoría) de las tareas y obligaciones laborales.
Ver el artículo en Tercer Milenio.
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